martes, 15 de febrero de 2011

sábado, 18 de julio de 2009

Desde un punto de vista práctico, siempre existe la posibilidad de contemplar el cuerpo humano como un sistema ordenado según las leyes de la Física. Este sistema responderá a estímulos y tenderá a mantener siempre un determinado orden o configuración. De hecho es lo que ocurre en la célula con el potencial de membrana: se comporta como un sistema de intercambio mediante cargas eléctricas. Nutrientes como el sodio y el potasio utilizan este mecanismo para alimentar a la célula. Este mecanismo sigue la ley de polarización y repolarización y sigue unas determinadas normas, necesita un umbral mínimo, sigue la ley del todo o nada, y consume primero y genera después una determinada energía. Podemos aceptar entonces nuestra capacidad de intervenir en este sistema mediante un impulso eléctrico que pueda provocar determinados cambios. Si utilizamos frecuencias, intensidades, resistencias o capacidades similares a las del potencial de membrana celular, estaremos actuando fisiológicamente, es decir nos comunicaremos, nos “entenderemos” con la célula en un lenguaje que conoce y acepta, y seremos bienvenidos. La comunicación fluirá de dentro hacia fuera.

Entendiendo este simple sistema y aceptando a la célula como un holograma del cuerpo humano, podemos inferir que lo que se cumple para ella se cumple para el conjunto del organismo, y así es en realidad.

El ser humano es producto de 4 dimensiones: física, material, mental y esencial.

Quién manda es la dimensión esencial…

Dimensiones entrelazadas hasta la extenuación, en donde en ocasiones es una la que aparentemente predomina sobre las otras, y en otras parece que su opuesta es quién tiene todos los problemas.

De hecho, tan solo hacen que expresar la idiosincrasia de cada uno de nosotros y el momento peculiar en que nos encontremos en nuestra trayectoria vital.

La sensación de insatisfacción es la primera de nuestras inquietudes, el primer aviso de que algo falla, de que no estamos dónde debemos estar, o no hacemos lo que deberíamos hacer. Si ésta aumenta, nuestro estado de ánimo se afecta, y con él toda una serie de funciones vitales que pertenecen a la dimensión física, fundamentalmente al Sistema Neurovegetativo. En algunas personas esto provocara trastornos digestivos, en otras hipertensión arterial, en otras una crisis de pánico, todo dependiendo de la dimensión material, es decir de cómo es el conflicto emocional y cómo lo vive una persona así se manifiesta en el lugar de menor resistencia, el punto débil de cada uno de nosotros.