sábado, 18 de julio de 2009

Desde un punto de vista práctico, siempre existe la posibilidad de contemplar el cuerpo humano como un sistema ordenado según las leyes de la Física. Este sistema responderá a estímulos y tenderá a mantener siempre un determinado orden o configuración. De hecho es lo que ocurre en la célula con el potencial de membrana: se comporta como un sistema de intercambio mediante cargas eléctricas. Nutrientes como el sodio y el potasio utilizan este mecanismo para alimentar a la célula. Este mecanismo sigue la ley de polarización y repolarización y sigue unas determinadas normas, necesita un umbral mínimo, sigue la ley del todo o nada, y consume primero y genera después una determinada energía. Podemos aceptar entonces nuestra capacidad de intervenir en este sistema mediante un impulso eléctrico que pueda provocar determinados cambios. Si utilizamos frecuencias, intensidades, resistencias o capacidades similares a las del potencial de membrana celular, estaremos actuando fisiológicamente, es decir nos comunicaremos, nos “entenderemos” con la célula en un lenguaje que conoce y acepta, y seremos bienvenidos. La comunicación fluirá de dentro hacia fuera.

Entendiendo este simple sistema y aceptando a la célula como un holograma del cuerpo humano, podemos inferir que lo que se cumple para ella se cumple para el conjunto del organismo, y así es en realidad.

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